Ningún área del conocimiento requiere tanto el constante cambio como la
educación. El mercado, el mundo laboral, la tecnología, el gobierno, las
ciudades, las personas, todo cambia, la educación no es la excepción, debe cambiar.
Seguramente muchos docentes estamos de acuerdo en la importancia del cambio
en la educación, pero dicha idea se queda escrita en el tablero, poco se lleva
al aula de clase. Para muchos docentes, cambio es sinónimo de cambiar el color
de la cartelera que han utilizado en los últimos 5 años. En realidad el
discurso del cambio en educación se queda en eso, en un discurso. El
anacronismo de los profesores no tiene límites.
Aunque ya no utilizamos la regla para castigar al estudiante, utilizamos
otros mecanismos mucho más perjudiciales que los utilizados por los docentes
hace 50 años. Hoy, muchos dicen que no hay maltrato en la escuela por parte de
los docentes. Pueden tener razón en la medida en que no hay maltrato físico,
pero ¿Qué del maltrato psicológico dentro del salón de clase? La evaluación, el
observador del estudiante y la citación al padre de familia se convierte en una
herramienta de maltrato.
Las relaciones de poder que se viven dentro del saló de clase no tienen
limite. El que manda es el profesor, y
dentro de las cuatro paredes del salón,
y del colegio, se hace lo que él diga, se dice lo que él dice que se
debe decir, y se actúa como él espera que se actúe. Mucho hablamos de cambio,
pero poco cambiamos nuestra práctica docente.
Razones existen sin número. Podemos argumentar que dependemos de unas
directivas que sólo les interesa el número de estudiantes dentro del salón de
clase, que solo les interesa que el número de “mortalidad” académica se
reduzca, que solo les interesa que todos los estudiantes estén dentro de los
salones, etc.
También podemos argumentar que la institución no cuenta con las políticas
adecuadas para generar cambios profundos, que el gobierno neoliberal y sus
políticas ven la educación como un bien económico (¿no aplica la misma política
neoliberal el docente que no dicta una hora más de clase porque no se la
pagan?), que los estudiantes que llegan
al aula de clase tienen problemas sociales, familiares, de violencia, etc. Si alguien tiene razones para justificar o
sustentar su actuar, ese es un docente.
Es por esto que mi propuesta de cambio cuenta únicamente conmigo mismo.
Creo que como docente puedo generar cambios importantes con mis 40 estudiantes,
y a decir verdad sólo con lo que se suban al bus del cambio, y dentro de mi
salón de clase. A veces olvido que el “estudiado” soy yo, no mis estudiantes.
Lo correcto no es esperar que ellos cambien para que mi clase se transforme, lo
correcto es cambiar mi labor docente para generar un cambio en ellos.
Se es maestro el día en que se genere una semilla de cambio en algún
estudiante, no el día en que el estudiante repita la lección que está escrita
en el tablero.
Ante esta contextualización el primer involucrado en la propuesta de cambio
es el docente, él es el primero que debe cambiar. El segundo involucrado es el
estudiante, una vez que el docente modifique su labor dentro del salón de
clase, los estudiantes experimentarán algún cambio de valor positivo y tendrán
una nueva actitud frente al aprendizaje. El tercer involucrado es un personaje
que hemos dejado a un lado, el aprendizaje en sí mismo.
Nuestro modelo pedagógico, nuestro sistema educativo, nosotros como
docentes hemos olvidado el fin mismo de nuestra labor: que el estudiante
aprenda, y dentro de la Sociedad del Conocimiento, que el estudiante aprenda a
aprender.
El fin de la educación no es que un estudiante se gradúe de bachiller, eso
es igual a tener un título pegado en la pared. El fin de la educación debe
ser que el estudiante pueda transformar
su vida por medio del conocimiento, y el conocimiento descubierto por él mismo,
y construido y reconstruido por él mismo, y aplicado por él mismo, con la
tutoría del docente.
Si lográsemos generar algún cambio en nuestra labor docente frente al
estudiante y frente al aprendizaje los primeros beneficiados serían los
estudiantes, dado que en este proceso enseñanza-aprendizaje ellos deben ser los protagonistas. En segundo
lugar, los beneficiados sería el contexto que rodea al estudiante, llámese
familia, barrio, comunidad, etc. Por los estudiantes y por su contexto vale la
pena cambiar.
Otro beneficiado, y no es para menos, es el docente. Aunque algunos
docentes tienen cierto rechazo y recelo al cambio, este los beneficiaría como
no lo imaginan. El día en que hacemos lo que nos gusta, ese día salimos
contentos y hasta descansados, pero debemos estar seguros de que lo que nos
gusta no es enseñar sino acompañar a aprender a aprender, y por qué no,
aprender con ellos.
En esta presentación la institución
está presente de manera intangible. El cambio propuesto está en el aula, no en
la institución. El fin de toda institución es desarrollar en los niños y
jóvenes competencias que los hagan capaces de enfrentarse al mundo extramuros
de la escuela, en ese sentido el cambio propuesto favorece a la misión general
de la institución.
Si como docentes que deseamos generar algún tipo de cambio nos quedamos
esperando que las directivas de la institución “aprueben” una propuesta de
cambio pedagógico dentro del aula de clase, terminará este año, y el otro, y
tal vez el otro, y seguiremos dictando la misma clase con las mismas carteleras
y con los mismos chistes malos.
La oportunidad de cambio está en nosotros. Si el mundo académico fuéramos
nosotros, nuestros estudiantes y la búsqueda del conocimiento podríamos generar
cambios.
Alguien podrá objetar esta propuesta inquiriendo por la inexistencia de TIC
en la propuesta. Pregunto ¿Y los
docentes que no tiene acceso a herramientas TIC no pueden generar cambios? ¿De
qué nos sirve hacer uso de TIC en la evaluación si seguirnos preguntando los
mismos conceptos y evaluamos las mismas definiciones inanes de siempre? Claro
que las TIC hacen parte del cambio, pero el día en que sepamos qué papel
cumplen dentro de mi nuevo modelo pedagógico.
No pretendo revolucionar la pedagogía, ni siquiera proponer nuevos modelos
pedagógicos, ni generar investigación acerca de metodologías didácticas.
Pretendo aplicar los que otros han teorizado entorno a la necesidad de nuevos
docentes en el nuevo siglo. Iniciemos por aplicar un modelo de comunicación
bidireccional, comencemos por derribar las barreras de poder que existen en el
salón, comencemos a darle la importancia que el estudiante y el aprendizaje tienen,
comencemos por llegar al aula de clase a aprender con ellos algo nuevo.
Termino de escribir esta propuesta con la misma duda que tuve al principio
¿Cómo lograr que las pocas ideas interesantes que se pueden desplegar de este
texto no sigan siendo simplemente ideas y se puedan llegar a la práctica?
Termino resumiendo en el siguiente cuadro las líneas principales de la
presente propuesta:
¿Qué cambiar?
|
La labor docente dentro del
aula de clase. Específicamente:
·
Modelo de comunicación profesor-estudiante.
·
Juego de roles y relaciones de poder
profesor-estudiante.
·
Protagonismo central de estudiante en el proceso
enseñanza-aprendizaje.
·
La finalidad del proceso: aprender a aprender.
|
¿A quién se beneficia?
|
·
Estudiantes.
·
Su entorno.
·
Docente.
|
¿Dónde se genera el cambio?
|
·
En el salón de clase.
|
¿Con qué se pude generar el
cambio?
|
·
Cambio de actitud de profesor.
·
Cambio de conducta profesor y estudiante.
·
Implementación de herramientas que permitan el cambio.
(TIC)
|
¿Cómo generar el cambio?
|
·
Implementando un
modelo de comunicación bidireccional.
·
Implementando un modelo pedagógico andragónico.
·
Implementando un modelo pedagógico centrado en el
aprender a aprender.
|
¿Hacia dónde apunta el
cambio?
|
Hacia el desarrollo de
individuos competentes no solo en el saber hacer, sino en el saber hacer para
cambiar y trasformar su entorno
|
John Anzola
Octubre 2012.
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