lunes, 19 de noviembre de 2012

Compromiso dejando a un lado quimeras educativas.

Nunca antes fue tan necesario un cambio en la educación. Digo, un cambio real, no un nuevo discurso pedagógico. Nuevos modelos y nuevos roles se generaron hace muchos años en el papel, pero los cambios reales en el aula están muy demorados.

Del deber ser a ser y al hacer hay un gran abismo en lo que se refiere al rol del profesor y al rol del estudiante. Nuestro sistema educativo está pensado para pasar años, para tener buenas calificaciones, para obedecer órdenes, para responder preguntas con respuestas exactas y premeditadas, para guardar conocimiento.


Dedicaré esta intervención a responder algunas preguntas respecto a mi tarea como docente. Para comenzar, mi rol no es el de expendio de conocimiento. Por cierto, la investigación educativa nos dejar ver lo poco que sabemos.


Mi rol como docente se debe alejar de los parámetros social e históricamente aceptados. Es el momento de dejar los orgullos a un lado y pensar en el estudiante. Mi rol debe enfocarse en el acompañar a otro a construir conocimiento; mi rol como docente debe partir desde el rol de aprendiz.


Si yo deseo construir conocimiento requiero un estudiante motivado por el conocimiento, por descubrirlo y aplicarlo en su vida. Si bien es cierto que la educación debe tener un carácter social (Amar, 2000), esta solo puede impactar positivamente su contexto cuando el estudiante, protagonista central de ella, pueda aplicar los conocimientos vistos en la escuela. El rol del estudiante debe aportar al cambio.


El mundo debe cambiar, en verdad cada día cambia. Tal vez la institución más arcaica sea la misma escuela como sistema, y con ella los que vamos pasando de moda somos los docentes. Los saberes aún son los del siglo pasado. El método de enseñanza sigue siendo el conductismo, y la memoria y la repetición siguen siendo los ejes centrales de lo que llamamos aprendizaje. Los estudiantes no saben (saber aplicado), los estudiantes repiten y llenan cuadernos bonitos.


La necesidad está latente. El análisis ya está hecho. El punto es hacer algo. Cambiar. Lo que buscar este texto es dilucidar un compromiso personal como agente de cambio dentro de mi salón de clase, con los estudiantes que me rodean, con la institución donde trabajo. Dado que es mi compromiso, debo ser realista y dejar a un lado los deseos utópicos y las quimeras educativas que tanto mal hacen.


Soy un convencido que el cambio debe iniciar por el maestro. Si yo no cambio, mis estudiantes nunca van a cambiar. El comportamiento y la actitud de mis estudiantes hacia el estudio no es más que el reflejo de mi tarea como docente. El cambio lo inicio yo.


Estoy consciente de la envergadura que tiene el cambio (Fullan & Stiegelbauer, 1997) pero se debe iniciar. La idea está, el ejecutor se presta, el espacio está. El día en que mi clase innove de alguna manera, mis estudiantes cambiarán de alguna manera su percepción de mi clase. Seguramente así sí se pueda desarrollar un modelo de enseñanza – aprendizaje constructivo y bidireccional.


Me comprometo a generar cambios en mi clase, en las cuatro paredes de mi salón. Me comprometo a comunicarme mejor con mis estudiantes, a establecer caminos en dos sentidos, a reconocerlos como interlocutores válidos a los cuales hablo (Cabero Almenara, 2012), y a quienes escucho (Freire, 2004).

Me comprometo a acompañar a mis estudiantes a descubrir nuevos conocimientos contextualizados con su entorno social, geográfico, familiar, etc. Me comprometo a enseñar temas y contenido que les sirva para algo, cosas que tengan utilidad y que no sean solo para llenar un cuaderno.


Me comprometo a aprender de mis estudiantes (Freire, 2004), y esto significa dejar a un lado el orgullo, y el puesto de superioridad. La característica de un maestro debe ser su humildad. Partir del hecho que todos somos iguales, y que el enseñar está en el aprender.


Compromisos quedan por hacer, pero como la idea no es que este compromiso sea uno más, como lo que hacen mis estudiantes en el observador de convivencia, por ahora, dejemos así.


Comunicación bidireccional, contenidos aplicables, y humildad como docente creo que son tres tareas importantes que pueden cambiar mi labor docente, y pueden redundar para el desarrollo social de mi estudiante.


Efectivamente las lecturas realizadas durante este diplomado presentan una buena oportunidad para la reflexión respecto al cambio y a la innovación educativa. Le punto no es solo ser consciente de la necesidad de cambio, sino tener la responsabilidad de actuar y no solo hablar.


La pedagogía es hermosa, pero la matamos el día en que la dejamos en los tableros y no la llevamos a la práctica.

 

Bibliografía

Amar, J. A. (2000). La Función Social de la Educación. Investigación y Desarrollo .

Cabero Almenara, J. (2012). 2. Educación y Comunicación: los medios de comunicación de masas. La alfabetización digital y la competencia mediática. En J. Cabero Almenara, Uso Educativo de Medios. Bucaramanga, Colombia: UNAB.

Freire, P. (2004). Pedagogía de la autonomía. Sao Paulo: Paz e Terra S.A.

Fullan, M. G., & Stiegelbauer, S. (1997). El cambio Educativo: Guía de planeación para maestros. Distrito Federal, México: Trillas.



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